Ha hecho todas las cosas bien. Ahora está sentado a la diestra del Padre. Ahora nos toca a nosotros continuar llevando a cabo Su misión en la tierra. Una vez le hice una pregunta teológica a uno de mis profesores: ¿por qué Jesús resucitado no podía quedarse con nosotros en su estado resucitado por siglos sin fin? Su respuesta fue que incluso en su estado resucitado, su presencia aún sería limitada. Jesús resucitado tendría que aparecer aquí y allá de vez en cuando, pero en la Eucaristía está presente en todos los altares del mundo simultáneamente. Como recuerda el prefacio de la Ascensión, él no ascendió para distanciarse de nosotros sino para que donde la cabeza se ha ido, el cuerpo pueda seguirla. Jesús ascendió para estar en todos los lugares a la vez en su presencia eucarística, pero también porque su misión había sido cumplida. Nada faltaba en su misión. Dijo e hizo todo lo que quiso hacer. Todo lo que le encomendó su Padre. Cumplió todo el plan de salvación de Dios.Él no se contuvo. Después de resucitar, no pronunció grandes discursos, ni enseñó realmente nada nuevo, simplemente sopló el Espíritu Santo sobre ellos y les encargó hacer discípulos y bautizarlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Santo. Espíritu. El Señor resucitado fue breve y solo recordó lo que las Escrituras necesitaban explicar acerca de Él.Su misión fue cumplida, incluso descendió a los infiernos para predicar las almas de los justos y sacarlos de allí. Jesús lo dio todo. Bajó del cielo a la tierra un gran salto, de la tierra a la cruz, de la cruz a la tumba, de la tumba al infierno hasta que no pudo más, cumpliéndose así todo. Ahora es nuestro turno de ser las manos, los pies y el cuerpo de Jesús para los demás mientras continuamos su misión de salvación hasta los confines de la tierra.El marco ha sido dado. El plano ha sido entregado. No es que Jesús esté simplemente sentado cómodamente a la derecha del Padre, pero él ha hecho su parte y ahora es nuestro turno de hacer la nuestra. Él está sentado a la diestra del Padre para interceder por nosotros. No podemos quedarnos estupefactos mirando al cielo esperando que Él regrese, sino que debemos continuar su obra. Siguiendo su ejemplo de amor, alimentados por su Cuerpo y Sangre, estamos llamados ahora a manifestar su poder salvador a las naciones. Sabiendo que Él está con nosotros hasta el final de la era, estamos llamados a llevar a cabo su salvación hasta los confines de la tierra.