En la primera lectura de hoy, tenemos la hermosa visión de Isaías contemplando la gloria de Dios. Debe haber sido todo un espectáculo: ángeles volando, humo ascendiendo, movimientos sacudiendo el lugar. El canto litúrgico que usamos en la misa proviene de esta visión: Santo, Santo (más santo), Santo (santísimo). Es fácil entender cómo Isaías pudo quedar atrapado en la acción. Me pregunto si más adelante en su ministerio, cuando las cosas no iban bien, si Isaías se arrepintió o no de decir: “Aquí estoy, enviame. Lo más probable es que todos hayamos pensado: “¿Por qué tomé esta decisión?” Aunque Isaías tuvo problemas más adelante, se quedó con Dios, Si bien no fue fácil para él, Dios le dio las gracias y la fuerza para hacer lo que le pedía. Lo mismo se aplica a nosotros.