En las lecturas de hoy vemos que el Señor de la cosecha con su aventador en la mano lo usará para limpiar su era. Con suerte, mientras él reúne, podemos ser contados entre el trigo y no como la paja quemada en el fuego inextinguible. Cuando el Señor ejerza su juicio, ¿dónde estaremos? ¿Seremos contados como trigo o como paja? Todo depende de nuestras acciones mientras aún estamos en este mundo. Podemos ser contados como trigo si adoptamos algunas de las siguientes cualidades mencionadas en las lecturas. Primero, escucha la voz única.Se ha vuelto tan difícil escuchar la única voz de Dios, mientras estamos rodeados de tantas voces que llaman a hacer el mal en la vida. El ruido se ha vuelto tan fuerte que ahoga la voz de Dios en nuestras vidas. Segundo, esfuérzate por vivir en armonía con los demás y con la creación. La primera lectura nos da una imagen maravillosa de armonía entre los animales de la creación juntándose en armonía. Podemos esperar mucho más de los seres humanos la creación de la corona para trabajar por la armonía. Tercero, en el esfuerzo por crear armonía, estamos llamados a ser más amables unos con otros. Como nos recuerda el apóstol en la segunda lectura, acójanse unos a otros como Cristo los acogió a ustedes. No hay lugar para la discriminación en nuestra fe. Cuarto, mientras esperamos la venida del Señor, trata de vivir con sencillez. Juan el Bautista da un ejemplo de cómo una persona puede vivir con sencillez. Ahora el mundo quiere que la gente esté a la moda, pues Juan el Bautista no se ajusta a los estándares de su época de una persona bien vestida, y ciertamente no ganó un concurso de belleza, pero agradó a Dios en lo que importaba: vivir una buena vida moral. Por último, crea buenos frutos. Esto significa buenos frutos del servicio. Siempre podemos invocar al Espíritu Santo para que nos colme de sus dones para que podamos aplicarlos al servicio de la comunidad. La lectura del Evangelio nos recuerda que aquellos que no dan buenos frutos son como la paja que será echada a un lado y quemada en el fuego inextinguible. Así como el Señor da el aventador, que seamos aceptados como trigo agradable a su vista porque hemos vivido una vida digna de una persona bautizada.