Dios cumple sus promesas, y de una manera tan maravillosa. Cuando las cosas parecen perdidas, Dios sale adelante. A los discípulos se les prometió el Espíritu Santo y en Pentecostés el Espíritu descendió de una manera tan poderosa llenando toda la casa con Su presencia y permitió que todos los que estaban presentes hablaran en lenguas, y que los que estaban mirando y oyendo los entendieran. Dios cumple de una manera portentosa. Dios inicia a la Iglesia en la misión de anunciar la salvación con un viento fuerte que es el Espíritu Santo para impulsar, para dar fuerza, para poner en el camino correcto a los discípulos. Dios continúa haciéndolo de nuevo a su Iglesia, sosteniéndola siempre en su misión con su misma presencia del Espíritu Santo. Personalmente, sigamos pidiendo a su Espíritu Santo que nos permita proclamar la Buena Nueva a los demás. Recuerde que no se trata de la persona y de las muchas buenas cualidades que una persona puede tener, sino de la acción del Espíritu Santo. Durante una homilía se dijo que los sonidos que se escuchan en la Iglesia hoy en día son gruñidos y resoplidos y personas que tosen y suspiran y ciertamente no son del Espíritu. Pidamos inspiración y concentración en la misión. Pidamos que nos muevan a la acción, que no solo nos quedemos ociosos, haciendo ruidos de incomodidad. Pidamos que comencemos a usar nuestras voces guiadas por el Espíritu Santo para que todos puedan entender el mensaje de amor en cualquier idioma que se proclame. Comencemos a hablar porque "tenemos una voz" que puede ser inspirada por el Espíritu Santo. Que todo nuestro corazón se llene del gozo del Espíritu Santo y lo exprese a los demás. Todos han recibido el Espíritu Santo en el bautismo. El Espíritu Santo vive en la persona bautizada. Pero cada uno de nosotros puede recibir la fuerza del Espíritu Santo cuando se invoca con fe y cuando se recibe en los sacramentos. Invoquémosle para que comenzar a proclamar. Que el Santo Espíritu nos permita proclamar las maravillas de Cristo Resucitado. Dejemos que el Espíritu Santo nos guíe a ir a donde Jesús nos envíe para dar paz a los demás. Pidamos también al Espíritu Santo que venga de nuevo a nuestras vidas para hacer de nuestros desiertos, ríos de agua viva que fluyen hacia los demás con el amor de Dios. El Espíritu Santo nos saca de la depresión y llena de su paz para que luego podamos salir al mundo y compartir esa paz con los demás. Pidamos la paz del Espíritu Santo. Entonces Pentecostés nos recuerda que el Espíritu Santo siempre está ahí para sacarnos de la inacción y la depresión, para abrir nuestra boca con su inspiración y traer paz a los demás.