El trabajo en la viña del Señor no es para los débiles de corazón. No es una tarea fácil. Más bien es un trabajo difícil con un par de momentos de alivio pero sobre todo con muchas luchas. El diablo no ataca a quienes ya están haciendo su voluntad, por lo que aparentemente las cosas parecen estar bien, pero el diablo ataca a quienes quieren cambiar de dirección y abrazar el llamado a trabajar en la viña del señor.Sin embargo, pocos quieren trabajar en la viña porque implica vaciarse de uno mismo para que Dios llene de gracia el vacío de nuestra vida.
Muchos se apresuran a decir: “Señor, envíame. Voy a ir." Puede que estén ansiosos por ir, pero una vez que se dan cuenta de que será una forma de vida laboriosa, incumplen su palabra. Otros tal vez sólo aparentemente digan sí al llamado del Señor, pero a la hora en que se les necesita, no se encuentran por ningún lado. Sólo fingieron aceptar el llamado para impresionar a los demás pero, en el fondo, sabían que no iban a cambiar. Todo fue un espectáculo exterior, llamado vanagloria. Otros simplemente tienen un problema de actitud. Ante cualquier petición del Señor, se sienten agravados. Otros más tienen una actitud general negativa hacia la vida.No es justo. Es el llanto del niño mimado,
pero también puede ser el llanto de muchos hombres y mujeres adultos cuando se enfrentan a circunstancias difíciles en la vida que no les agradan y culpan a Dios por todo lo malo en sus vidas. No tienen espacio para siquiera intentar atender el llamado, son y serán siempre víctimas de las circunstancias. Las lecturas tratan sobre el compromiso. Nos piden que cumplamos con nuestra palabra.Cuando decimos sí al llamado del Señor, no podemos retractarnos. El Señor en otro ejemplo del Evangelio nos recuerda que cuando decimos sí, debe seguir siendo un sí. La obra de la salvación es difícil pero quien busque preservar su
vida la perderá.Si una persona quiere seguir su propio interés en la vida y jugar con el Señor diciendo una cosa pero haciendo otra, enfrentará las consecuencias de sus acciones en el juicio final. Con Dios no se puede vacilar.Podemos pensar que estamos siendo más astutos que Dios, pero nuestra propia locura nos arruinará. El llamado del Señor a ir a la viña está ahí, nuestra salvación depende de cómo respondamos. Hay lugar para cambiar, pero para Dios, para atender su llamado y cumplir su
voluntad.