Cuando se lee el paso del diluvio parece que Dios es un Dios vengativo que quería castigar a todas aquellas personas sorprendidas. Esta sección del pasaje es cuando Noé comenzó a salir del arca, en ese momento Dios hace un pacto. Casi se siente como si Dios estuviera diciendo: “Quizás me excedí un poco al inundar el mundo y todo. La próxima vez tendré más cuidado”. Lo que se acaba de mencionar no es bíblico, esto es imaginación creativa, pero está claro que Dios hizo un pacto de no destruir nuevamente las criaturas mediante un diluvio. Al final de la primera lectura también aparece una poderosa imagen del arco en el cielo, que por supuesto, muchos han interpretado como un arco iris. Esta hermosa y asombrosa vista no ocurrió al comienzo de la creación, sino que apareció después de este pacto. Este arco tiene su simbolismo. Dios coloca el arco en el cielo, como si dijera: “Me rindo. Ya no voy a pelear contigo. Dejé mi arma. Voy a colgar mi arco para no pelear más contigo”. Dios quería entrar en una alianza de amor. La percepción común (aunque a veces no se dice en voz alta) es que Dios está ahí para castigar. La historia del diluvio casi parece dar cierta credibilidad a esta percepción, pero la realidad es que Dios nunca castiga. Muchas veces, lo que se vive en la vida son las consecuencias de las acciones emprendidas. Esta primera lectura recuerda que Dios hizo un pacto de amor. Dios no está ahí para destruir a todos los seres mortales con agua, fuego o cualquier otro elemento. La historia del diluvio no debe usarse como una manera de pintar a Dios de manera negativa, sino para prefigurar el sacramento del bautismo, que Dios da por amor a la humanidad. Dios quiere que ocurra la purificación en las vidas de los humanos y quiere limpiar el pecado de las vidas y Dios lo hace ahora a través de las aguas del bautismo. Este sacramento no es un baño para quitar la suciedad, sino para lavar los pecados. Es tan interesante (y al mismo tiempo triste) que algunos padres vienen al bautismo y piensan que es sólo un baño en la iglesia. Tienen frases para decirles a sus hijos como “es sólo agua”. Algunos dicen “es agua para quitar los cuernitos”, y muchas cosas como éstas que desfiguran lo que es el bautismo. Sí, el bautismo limpia y purifica, pero también hace del bautizado hijo de Dios. Las aguas del bautismo se regenerarán. Las aguas del bautismo dan nueva vida en el Espíritu. Las aguas del bautismo son entonces un testimonio del amor de Dios por el mundo. Se puede decir que las aguas de la inundación tuvieron una fuerza destructiva y sólo ocho personas se salvaron. El amor de Dios es expansivo. Ahora bien, las aguas del bautismo tienen poder para salvar y no se limitan a un número pequeño. Como nos recuerda San Pedro en su carta, “sólo unas pocas personas, ocho en total” (3:18-22) fueron salvadas por el diluvio, pero ahora millones y millones han sido salvados por el bautismo. ¿Alguna vez te has preguntado por qué el Señor no ha venido todavía? Quizás sea porque Dios ama tanto y quiere que muchos millones y millones de personas se salven a través de las aguas del bautismo. Está claro que Dios ama, no castiga, y nos da el sacramento del bautismo (junto con el resto de los sacramentos) como muestra de su amor. Sin embargo la humanidad no tiene vía libre para hacer lo que quiera en la vida. Jesús comienza su ministerio diciendo: "Arrepentíos y creed en el Evangelio" (Marcos 1:12-15), un mensaje sencillo para volver vidas hacia Dios. Quizás esta pequeña (pero poderosa) frase del Señor pueda modificarse para incluir el bautismo. Arrepiéntete y comienza a vivir tu bautismo. Arrepiéntete y vuelve a Dios recordando quién eres, una persona bautizada llamada a vivir una vida de santidad. Arrepiéntete y comienza a vivir tu identidad de hijo de Dios, de cristiano, adquirida en el bautismo. Arrepiéntete y renueva tus promesas bautismales donde Satanás fue rechazado. Aprovechemos la cuaresma para reflexionar sobre nuestro bautismo dado por Dios por amor para renovarnos y sostenernos en la vida de fe.