Dios no llama a los calificados, califica a los llamados. Esta es una expresión que se ha escuchado muchas veces, pero no pasa de moda, y ciertamente se aplica a las lecturas de hoy. En la primera lectura hay una visión majestuosa de lo que sucedió en el llamado del profeta Isaías. La manifestación era tan poderosa que sacudió el marco de las puertas y llenó la casa de un humo maravilloso. Isaías dijo: "Soy un hombre de labios impuros", pero el Señor de los Ejércitos lo purificó y a través del serafín le toco la boca, y con esto la impureza fue quitada y los pecados perdonados. Estas acciones demuestran que Dios no llama a los perfectos, sino que perfecciona con su poder. El tres veces Santo, Señor Dios de los Ejércitos, santifica a aquellos a quienes llama. La presencia de Dios transforma. En la segunda lectura, Pablo de Tarso hace una apología (una defensa de la fe) por la resurrección de Cristo. Deja muy claro que hubo muchos testigos oculares de la resurrección, aunque algunos ya se habían dormido. Doce apóstoles (incluyendo a Cefás, es decir, Pedro), más de 500 hermanos, Santiago el hermano del Señor, y por último Pablo, como uno nacido anormalmente, habían visto a Jesús resucitado. Había muchos testigos en que confiar para predicar que Cristo, que murió por los pecados de todos, fue sepultado, pero resucitó de entre los muertos al tercer día y así abrió la resurrección para todos en el último día. Este es el mensaje central para que todos los llamados para prediquen de la misma manera elocuente que lo predicó San Pablo. Sin embargo, incluso en esta predicación, Dios equipa a aquellos a quienes llama para compartir el mensaje de salvación. Pablo lo hizo de manera elocuente, el solo hecho de leer este pasaje muestra la emoción y el compromiso que tenía de compartir el Evangelio, pero de alguna manera al final también muestra la forma en que estaba tratando de justificar cómo él también era un apóstol. Él estaba ofreciendo sus credenciales y dejaba en claro que no era menos que los otros apóstoles. Esto también sucede a veces al compartir el Evangelio, algunas personas agregan más información sobre sí mismas que enfocarse en el mensaje. Pablo no estaba exagerando su currículum, pero ¿era necesario ir en esa dirección? Tal vez tenía una falta de confianza en sí mismo y necesitaba asegurarse de que todos supieran que él también había sido llamado. Al final, esto también es parte del proceso del llamado, Dios llama incluso a aquellos que son inseguros. Y es tan maravilloso cuando poco a poco la vida de una persona se llena de experiencias de compartir el Evangelio. También en el llamado hay un antes y un después. Pablo era un perseguidor, su pasado puede haberlo seguido, pero lo superó con la gracia de Dios. Esto también sucede con los llamados. Dios no quiere morar en el pasado, sino que mira hacia adelante en un futuro de predicación para que otros puedan llegar a creer. Pablo era un perseguidor. Pablo tiene sus debilidades. Pero Pablo tenía la gracia de Cristo obrando en él, y la gracia en él no había sido ineficaz. En la lectura del Evangelio, también se llama a Pedro. Un simple pescador con muy poca educación, que a veces no podía controlar su boca. Pedro era bueno en su oficio y sabía que, si no había pescado en toda la noche, cuando los peces tienden a salir más a la superficie, no pescaría en pleno día cuando el calor es fuerte. Pedro había hecho esto durante mucho tiempo, remendando sus redes y ocupándose de sus propios asuntos. Sin embargo, cuando Jesús llama, no llama a aquellos que son educados y tienen todas las palabras correctas para decir, a veces Dios llama a aquellos que son ásperos, que todavía necesitan pulirse un poco en su lenguaje. Dios llama a los de todo oficio, un pescador o un erudito tienen la misma misión. Todos están llamados a profundizar en su relación con Dios y luego hacer una gran pesca con esos peces que están en las aguas del mundo, con la red de la salvación. No importa la profesión o el estatus económico que tenga una persona, sino tener la apertura para decir: "Aquí estoy, Señor, envíame a traerte a otros". Pedro continúa diciéndole a Jesús: "Apártate de mí, Señor, porque soy un hombre pecador". Pero esto también debe evitarse. Esta práctica se le llama "falsa humildad" tratando de descalificarse a sí mismos porque es conveniente. Dicen cosas como: "No soy digno. Ya no tengo la edad. Estoy demasiado ocupado. Soy demasiado pecador". Jesús llama a los ocupados, llama a los ancianos, llama a los pobres y llama a los pecadores (y los purifica). El mensaje de Jesús es simple: no tengas miedo de responder a la llamada, porque puede convertirse en la mejor experiencia purificadora de vida, que al mismo tiempo puede ser el boleto para la salvación. El llamado del profeta Isaías, Pablo y Pedro nos recuerda a todos que debemos tener un poco de apertura al llamado de Dios, y Dios se encargará del resto. Hay una abundancia de peces en el mundo que pueden ser recogidos para Dios, si tan solo se escucha el llamado.