A la mayoría de nosotros nos encantaría que Dios prometiera concedernos el deseo como lo hizo con Salomón en la primera lectura de hoy. ¿Por qué pediríamos? Lo más probable es que nuestras solicitudes no sean tan nobles como las de Salomón. No sabemos si se sentía abrumado por su nuevo papel como rey o si realmente estaba al tanto de las limitaciones.
Sin embargo, Salomón gana el premio gordo cuando le pide sabiduría a Dios. Dios estaba eufórico porque pidió algo que lo ayudaría a hacer mejor su trabajo. Para nosotros, el ejemplo de Salomón es muy aplicable. No se trata de pedirle a Dios que nos ayude a eludir nuestras responsabilidades, es pedirle a Dios las gracias para hacer un mejor trabajo en lo que nos pide.