La misión de predicar en el nombre de Jesús es grande, pero también lo es la oposición. En los domingos anteriores de Pascua, las lecturas han mostrado a los discípulos todavía encerrados en su lugar por miedo [a los judíos] y cómo Jesús se les aparece para darles su paz. Las lecturas de hoy muestran que están empezando a salir de su lugar de miedo, y parece que están continuando con sus actividades diarias. Volviendo a lo que mejor sabían hacer, su trabajo como pescadores. Las cosas estaban volviendo a la normalidad sin la presencia de Jesús. Sin embargo, Jesús hace acto de presencia para proveer sustento a la misión. Él les prepara el desayuno, que es una alusión a la Eucaristía. Es la Eucaristía la que da fuerza para llevar a cabo la misión. Precisamente la Eucaristía es la misión. Acercar a las personas a Cristo para que puedan experimentar su amor eucarístico. Jesús sabía que la misión por delante sería difícil, por lo que era necesario darle el sustento adecuado. Y la oposición no tardó en llegar. El sumo sacerdote estaba dispuesto a cuestionar junto con el Sanedrín la misión de los discípulos y les ordenó estrictamente que dejaran de enseñar en ese nombre. Ni siquiera se atrevieron a mencionar el nombre de Jesús y lo expresaron de una manera muy despectiva. La orden era clara: dejar de predicar en su nombre, o de lo contrario el capitán y los oficiales de la corte estaban cerca para hacer cumplir su orden y hacerlos pagar las consecuencias con castigos corporales e incluso con sus vidas si era necesario. Los discípulos no habrían tenido la fuerza necesaria para decir: "Debemos obedecer a Dios antes que a los hombres" si no hubieran sido fortalecidos por Jesús en la Eucaristía para la misión. De la misma manera, es importante que sus discípulos de hoy continúen fortaleciéndose para la misión participando en la Eucaristía. Es allí, el Señor, el Resucitado, quien quiere alimentar a sus "Hijos" con un amor tierno y con su misma presencia. La misión es grande porque hay muchos peces en el mundo que todavía nadan lejos de Dios. El Evangelio dice que había ciento cincuenta y tres peces grandes un símbolo de la multitud de naciones que necesitaban salvación. Los peces son aquellas almas que aún se alejan del amor de Dios. Es grande la necesidad de echar la red sobre el lado derecho para que muchos más puedan entrar en la iglesia para experimentar Su amor en la Eucaristía. La oposición a esta misión vale la pena, porque al final la recompensa por mantenerse firme será dada en el don de la vida eterna. Allí los que se queden, aun después de las persecuciones, podrán contemplar al Cordero que fue inmolado y cantar para siempre sus alabanzas, y darle "honra y gloria" y alabanza para siempre.