"Limpia todo, limpia en todas partes. Limpia todo, haz tu parte". Así va un pequeño cantito infantil. Pero tal vez esas palabras puedan resumir lo que las lecturas dicen hoy sobre la vida comunitaria. Todos los que quieran mantener la comunidad a flote, limpia y brillante tienen un papel que desempeñar. Hay diferentes funciones, o más bien ministerios dentro del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Sin embargo, surgen muchos problemas cuando las personas se comparan con otros miembros en lo que hacen. Siempre quieren lo que los demás tienen, sin darse cuenta de que cada uno puede contribuir al Cuerpo de Cristo de su manera distintiva y especial. Esto me recuerda una anécdota de mi infancia. Un día, en una obra de teatro para la escuela de verano, me eligieron para ser el cantante principal de la presentación de un concurso de talentos. ¡Esta sería la primera y última vez que me elegirían para cantar! Sin embargo, no quise hacerlo porque mis otros compañeros de clase estaban muy emocionados de poder ser los "guardias de seguridad" y eso parecía ser más divertido que cantar frente de la gente. Seguí diciéndole a la persona a cargo que quería ser guardia de seguridad y no cantante. Ahora, mirando hacia atrás, me doy cuenta de que ser cantante era una mejor opción que ser guardia de seguridad. Pero este es un simple ejemplo de cómo las cosas pueden comenzar a desmoronarse dentro de la vida de una comunidad. Cada uno tiene un don que ofrecer, pero a veces una persona quiere hacer lo que el otro está haciendo, incluso si lo que está haciendo también es importante. La segunda lectura da un ejemplo de un cuerpo para ilustrar que todas las partes son importantes. Pero si una parte se va a comparar con otra, ahí es cuando surgen los problemas, ahí es donde surgen las divisiones. En el Cuerpo de Cristo, todos se complementan entre sí. Todos tienen diferentes talentos para compartir. Todos tienen igual importancia a los ojos de Dios. Pero todos tienen diferentes funciones, diferentes ministerios. Dejemos de compararnos unos con otros y comencemos a trabajar por la actualización del Reino. En la Iglesia, una persona que limpia los baños y una persona que hace una presentación sobre un tema teológico, ambas son importantes y necesarias. Esto nos lleva de nuevo a la segunda lectura. Algunos son apóstoles, otros profetas, otros maestros, pero todos aportan algo para el bien común, para la misión de la Iglesia. Es muy interesante que San Pablo da una lista de las diferentes funciones en el Cuerpo de Cristo. Las ya mencionadas, pero, además, añade simplemente la palabra "asistencia". Que es un regalo. Algunas personas lo único que pueden hacer es ayudar con sus manos, con sus pies, con su presencia, con su trabajo. Y esto es suficiente. Algunas personas dicen: "No sé mucho. Pero aquí están mis brazos, mis pies para trabajar". En otras ocasiones, puede haber algunas personas mayores que no pueden hacer mucho debido a su condición física. Sin embargo, todavía vienen a doblar los boletines. Todavía vienen a orar por los demás. Todavía vienen a hacer y repartir rosarios. Todavía vienen a limpiar las sillas del salón parroquial. Llegan sin hacer un gran alboroto y contribuyen al bien común con su ayuda. Necesitamos personas que estén al frente de la cortina, y personas que estén en la parte de atrás de la cortina, ayudando. San Pablo entonces procede a nombrar otro don que puede ser usado en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, que es la administración. Esto también es un don y muy necesario en la vida de la Iglesia. Como se mencionó, muchas veces antes, "alguien tiene que pagar las facturas". Hay que tener cuidado para que las operaciones se desarrollen sin problemas, para que los servicios básicos funcionen para la predicación del Evangelio. Cuando no se paga la factura de la luz, es difícil predicar en una habitación oscura. Este es solo un simple ejemplo de administración. Los bienes y servicios básicos deben estar en su lugar para continuar con la misión. Los sacerdotes diocesanos son como milusos de todos los oficios. Hacen un poco de esto y un poco de aquello. La administración es un regalo para algunos de ellos. Los sacerdotes diocesanos son párrocos. No solo tienen que preocuparse por la salvación de las almas, sino también por garantizar que haya una parroquia que funcione para que esta tarea pueda llevarse a cabo. La administración también es un don que se practica en el hogar. La administración también es un don con el que algunas personas que trabajan en la Iglesia pueden ayudar, por ejemplo, reservando y coordinando ministerios... y así sucesivamente. La administración no es sólo para los sacerdotes, sino para aquellos que ponen los cimientos para que se lleve a cabo la importante tarea de la evangelización para la salvación. Al final, todos tienen diferentes dones y talentos para compartir dentro del Cuerpo de Cristo. Seamos células vivas dentro del Cuerpo de Cristo, no una célula muerta que no ofrece nada por codicia. Hagamos nuestra parte en el cuerpo de Cristo, para que pueda seguir teniendo una vida vibrante. Seamos miembros activos usando nuestros dones y talentos para el mayor bien del Cuerpo de Cristo, la Iglesia.