Durante la Cuaresma, el Señor llama a la montaña. En las lecturas de hoy hay dos montañas para explorar. La primera lectura habla de una montaña de pruebas. En esta lectura, la fe de Abraham fue puesta a prueba. Dios sabía que el niño no sufriría ningún daño, pero esto era parte de la prueba. Dios dijo: “Toma al niño que amas y sacrifícalo en el lugar indicado”. Es necesario que haya alguna historia para explicer este evento. Abraham era un hombre anciano y aún no había concebido un hijo, y después de tanta espera (y fue mucha espera) fue prometido un hijo. Ahora el mismo Dios que le había dado un hijo estaba tratando de quitárselo. Hay mucho énfasis en la lectura del hijo porque dice: “Tu único hijo”, pero Abraham ya tenía otro hijo, era Ismael. El autor parece olvidar este hecho, pero tal vez la intención fue mencionarlo de esta manera por impacto literario, solo para mostrar cuánto dolor sufriría Abraham a través de esta acción. Esta fue una montaña de pruebas. Hay una diferencia entre una prueba y una tentación. Dios da una prueba para desarrollar la virtud, el diablo da una tentación para hacer que una persona caiga en pecado. Dios no tienta, sino que prueba para el mejoramiento de la persona. Sin embargo, las personas pueden fallar la prueba y, por lo tanto, no se producirá ninguna virtud ni ningún avance en la vida de la persona. Dios guía a sus fieles a la montaña de la prueba con la esperanza de que la pasen y la bendición les seguirá. Dios conduce al monte de la prueba para probar la fe del pueblo, para purificar sus intenciones, para hacerlo crecer en santidad, para asegurar su fidelidad hasta el final. Dios conduce a la montaña de la prueba para ver si los fieles confiarán incluso en medio de la persecución cuando la gente presente cargos contra los elegidos de Dios. Dios lleva a la montaña de la prueba para refinar a las personas en su fe para que puedan ser como menciona San Pedro: “Oro probado en fuego”. La otra montaña es la montaña del consuelo. Dios también lleva a su pueblo, unos pocos elegidos, a tener una experiencia mística en esta montaña. Serán consolados por los rayos de luz que irradian la presencia del Señor. Esta montaña es una prefiguración de la Eucaristía. Aquí en este monte el Señor consuela y da fuerza para la misión. Algunas personas ya no vienen a esta montaña en busca de sustento. Aquellos que vienen tal vez quieran quedarse allí por un tiempo, como lo intentó Pedro cuando sugirió hacer tres tiendas de campaña. Muchos querrían “capturar” esta experiencia y aferrarse a ella tanto como sea posible. Pero estos momentos de consuelo son breves e intensos para que haya fuerzas suficientes para bajar de la montaña y retomar la misión. Son momentos de cercanía con Dios, pero con un propósito. Dios da una breve seguridad de quién es Dios, consuela y luego envía de inmediato a reanudar el trabajo pastoral. Durante la Cuaresma, Dios nos llevará a ambas montañas. Nuestra fe será probada. Nuestra fe será consolada. Lo bueno es seguir la voz del Señor e ir a estas montañas para crecer espiritualmente.