Levántate para amar a los demás con Cristo Resucitado. Hoy se proclama y se celebra la Resurrección del Señor. ¡Ha resucitado! Ya no está en las profundidades del sepulcro, sino que ha resucitado. En el Evangelio, los dos discípulos corrieron hacia el sepulcro. Ya no estaba allí. Pero es indicativo de cómo entran en la tumba. Aunque el discípulo más joven había llegado primero, esperó a Pedro. Tal vez por un signo de deferencia, ya que Pedro era mayor. Ambos entraron en el sepulcro. Ambos finalmente abandonaron la tumba. Pero esta espera de que llegara Pedro es significativa. El Señor resucitado restaura las relaciones. El Señor resucitado pide a sus seguidores que busquen lo que viene de lo alto. No posiciones de poder y dominio, sino buscar lo eterno. El Señor resucitado pide ayudarse mutuamente y ser compañeros en el camino de la fe. Durante este tiempo es una oportunidad maravillosa para permitir que el Señor resucitado nos reúna como comunidad de fe. Aprender a entenderse unos a otros y esperar a los demás en su camino hacia Dios. No importa quién esté adelante, pero esperar al otro. Esta imagen del discípulo amado y Pedro nos recuerda a la comunidad parroquial. No se trata de una competencia de qué nacionalidad tiene más miembros en la iglesia, sino de todos juntos para adorar al Señor. En la primera lectura, a todos se les da la comisión de predicar el Evangelio del arrepentimiento. Todos están llamados a dar testimonio de Aquel que fue colgado del madero para la salvación del mundo. No compitamos ni nos comparemos unos con otros, sino que nos apoyemos mutuamente en la tarea de la evangelización. Apoyemos y esperemos a los miembros más vulnerables: los pobres, los ancianos y los que buscan ganarse la vida honradamente. El fruto del Señor resucitado es reunir a todos para apoyarse unos y a otros hasta el día de la eternidad. Pensemos en lo que está arriba y no abajo. No nos miremos los unos a los otros con recelo, sino ayudémonos unos a otros a entrar en la gloria del cielo. Contemplemos juntos la resurrección de Cristo, que hace nuevas todas las cosas y todas las relaciones.