En las lecturas de hoy, vemos a tres personas diferentes que pueden ser como nosotros en nuestro día a día. Sebná, un amo del palacio, que está siendo despedido, expulsado de su oficina y puesto. Alguien mejor que él estaría sirviendo al rey. Toda la ropa y el estatus se le dará a otro más digno. Sebná somos nosotros cuando derrochamos todo lo que el Señor nos ha dado en el bautismo. Nuestro manto real, nuestra vestidura blanca, que nos será quitada por nuestra inacción. Sebná son aquellos que están viviendo sus vidas guiados por carne y sangre, por sus malos deseos. Para ellos, Jesús no es un factor, de hecho, para algunos de ellos no es una persona. Una fábula, un mito inventado por una corporación. Los Sebnás del mundo son las personas que viven para sí mismos, y para ellos Jesús no es importante.Sebná, se convierte en todos nosotros que continuamos preguntando, “¿Quién es este Jesús?” Después tenemos a Eliakim, el reemplazo. El que fuere hallado digno por ahora llevará el cinto y se le dará autoridad sobre el pueblo. Somos los reemplazos, pero por ahora. No sabemos cómo terminó la historia de Eleacín pero con gran poder viene una gran responsabilidad. El título también nos pueden ser quitado si no usamos bien la autoridad que Dios nos ha dado. Y es terriblemente tentador usar nuestras “posiciones de poder” y abusar de la autoridad que se nos ha dado de manera temporal. Eliaquim está llamado a ser un líder servidor, nosotros también estamos llamados a usar cualquier “autoridad” que tengamos para ayudar a los demás. Estamos llamados a ser padres del pueblo de Dios. No para luchar por posiciones de honor, sino para abrir la puerta a otros del cielo. Es interesante al mencionar a Eliaquim, no hay referencia a Dios. No sabemos qué resultado tuvo como líder al final. Eliaquim pudo haber tenido buenas intenciones, pero sin Dios en su vida, la tentación de abusar del poder estaba muy presente. Finalmente, está Pedro, que habla con los dos lados de la boca la mayor parte del tiempo. Pero se nos da una lección valiosa y sabemos que su profesión de fe no es obra suya, es inspirada por el Espíritu Santo. Él pronuncia las palabras precisas “Tú eres el Cristo” no por conveniencia sino guiado por el Espíritu. Jesús lo sitúa y le dice que eres meramente un ser humano, naciste de un hombre llamado Jonás, pero Pedro será la roca donde el Señor edificará Su Iglesia y le dará el poder de perdonar los pecados. Estamos llamados a ser como Pedro, con nuestra humanidad ayudados por el Espíritu Santo para profesar a Jesús como Señor. Estamos llamados a no permitir que el mundo defina nuestra relación con Jesús, sino esforzarnos cada día por estar más cerca de Jesús. Estamos llamados a ser de alguna manera una roca de fe como Pedro. No para comenzar una nueva iglesia, sino para fortalecer nuestra fe día a día y ver a Jesús por lo que realmente es, el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Estas tres personas realmente pueden decirnos dónde estamos con respecto a la relación con Cristo. Los Sebnas son aquellos que han perdido su dignidad ante el mundo, los Eliaquim que pueden tener buenas intenciones e influencia sobre los demás pero necesitan más definición en su relación con Dios, o los Pedros aunque muy humanos son inspirados por el Espíritu Santo para volverse sólidas rocas de fe para los demás. Oremos para que terminemos siendo la persona adecuada ante Dios.