Las lecturas de este domingo nos recuerdan que no nos apeguemos a las posesiones terrenales por nuestra propia salud mental. Hay tesoros en la vida que no tienen nada que ver con las posesiones materiales. Cuanto más tiene una persona, más crece la ansiedad. Es mejor vivir con sencillez. Una vida sencilla nos ayuda a estar libres de preocupaciones. Hay una breve historia de un hombre que adquirió una bolsa de oro. Este hombre pasó días sin dormir, cuidando el oro para asegurarse de que nadie lo robara. Durante varios días y semanas, perdió el sueño protegiendo el oro hasta que se dio cuenta de que el oro lo estaba haciendo sentir miserable. Decidió devolverlo, prefería ser pobre y dormir bien que ser rico y estar ansioso por las posesiones terrenales. No hay nada malo en tener abundantes recursos para vivir bien. Es cuando se pone la atención en adquirir más de lo necesario para vivir que se nos quita la paz. Hay un dicho: el hombre tiene que trabajar para vivir, pero no vivir para trabajar. Hay un par de preguntas que podemos hacer: ¿Cómo podemos ayudar con la abundancia de nuestros recursos a aquellos que están en necesidad? ¿Estoy permitiendo que el dinero y las riquezas influyan en mi corazón y produzcan ansiedad? Al final no nos llevaremos nada de este mundo, y lo que dejaremos serán recuerdos, y ojalá buenos. Es una bendición cuando una persona dedica su vida a lo que realmente importa, que es Dios y la familia. Sé que a algunos les gustaría ser recordados como unos grandes trabajadores, pero ¿es ese realmente el mayor logro en este mundo? ¿No es mejor ser recordado como alguien que amó a Dios, amó la vida y no tuvo preocupaciones en el mundo, especialmente con respecto a las posesiones materiales? No nos apeguemos a las posesiones y olvidemos disfrutar la vida al máximo. Vivamos para Dios y no para las preocupaciones de este mundo.