Hoy celebramos la Transfiguración del Señor y se nos recuerda nuestra dignidad bautismal, y nuestra misión bautismal. Desde el momento en que somos bautizados, se nos otorga una dignidad como hijos de Dios y una misión de por vida para llevar a otros a la salvación. Es bastante interesante que las lecturas acentúen el color blanco como brillante. En la primera lectura, la majestad del Anciano, cuya ropa era tan brillante como la nieve. En la Transfiguración se menciona cómo la ropa del Señor Jesús se volvió blanca como la luz. No es casualidad que en el rito del bautismo escuchemos también “N., te has convertido en una nueva criatura, y te has revestido de Cristo. Ve en esta vestidura blanca el signo exterior de tu dignidad cristiana. Con tu familia y amigos para que te ayuden con la palabra y el ejemplo, lleva esa dignidad sin mancha a la vida eterna del cielo”. Hay una conexión directa con la Transfiguración porque así como Jesús irradió como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz, así todos los bautizados están llamados a irradiar la luz de Cristo a los demás, y a preservar su dignidad para que que su vestidura blanca no se manche con el pecado. Estamos llamados a Transfigurar en nuestra vida diaria a los demás recordando nuestra dignidad como cristianos y mantener nuestras vestiduras blancas (espiritualmente hablando). Nosotros también estamos llamados a Transformar el mundo. Es importante notar que los discípulos tuvieron esta poderosa experiencia y querían quedarse y no bajar de la montaña. Sin embargo, fueron obligados por Jesús a bajar y abrazar la cruz. Debían contarle a otras personas lo que acababa de suceder en la montaña alta, debían ser sus testigos presenciales de Su majestad desde la montaña al resto del mundo. Y así Jesús invita a abrazar la misión. Después de la experiencia de la transfiguración, iban a transformar el mundo. Después de ser “transfigurados” a la imagen de Cristo en el bautismo, estamos llamados a abrazar nuestro llamado bautismal con el propósito de llevar a otros a Cristo. No podemos quedarnos en la montaña de nuestra comodidad. Necesitamos ir a transformar el mundo irradiando la luz de Cristo a los demás. Lo que él ha hecho por nosotros, debemos hacerlo por los demás.