En el evangelio de hoy, Jesús se dirige a las "grandes multitudes" que lo siguen. Coloca ante ellos la realidad que ser su discípulo no será fácil. Aunque han visto sus milagros, él no quiere que ellos (o nosotros) lo sigamos ciegamente. Seguir a Jesús es más que esperar que ocurra el próximo milagro.
Como Jesús proclama, debemos mirar en lo más profundo de nuestro ser para decidir si vamos a seguirlo o no. Los milagros son pocos y distantes entre sí; Los sufrimientos son muchos con frecuencia. Jesús está al frente con nosotros: no hay letra pequeña, ni desenpeño de responsabilidad oculto. Él ha caminado el camino. Nos invita a hacer lo mismo.