En el evangelio de hoy Jesús continúa dirigiéndose y definiendo a los fariseos. Hace dos semanas escuchamos que los fariseos son aquellos que tienen dos caras, que son deshonestos y falsos, y que tienen un sentido de humanidad muy limitado. Les falta caridad para con las viudas y los huérfanos. Aunque profesan amor a Dios, les falta amor al prójimo, lo cual es una contradicción. Esta semana vemos otro aspecto de los fariseos, que por supuesto podemos ser nosotros cuando adoptamos estas actitudes. Hoy se les describe como hambrientos de poder. Los fariseos son aquellos que quieren tomar la silla de Moisés (de autoridad) y hacer que otros lleven cargas que ellos no están dispuestos a llevar. Los fariseos son aquellos que no han entendido de qué se trata realmente el servicio. Quieren títulos honoríficos como sacerdote, maestro, director o coordinador (cualquier título), pero no están dispuestos a hacer el trabajo. No sólo han tomado la silla de Moisés sino también la silla del consuelo. No hay que molestarlos, pero son muy propensos a "delegar" a otros para que hagan el trabajo. Los fariseos son aquellos que disfrutan de los banquetes, del aspecto social pero no están dispuestos a hacer el trabajo de amor para compartir el Evangelio. No aprenden de San Pablo a trabajar día y noche para ganarse la vida y no ser una carga. Piden demasiado pero dan muy poco. Y como combinación de muchas de estas cosas, los fariseos muy cínicos usarán su posición de poder para convertirse en una carga para los demás... pidiendo favores que no pueden ser rechazados.
La primera lectura es muy clara, los sacerdotes no deben usar su ministerio para beneficio propio porque su bendición se convertirá en maldición. Pero el mensaje es que todos no hagan mal uso del ministerio confiado, sino que sirvan día y noche y no sean una carga ni impongan cargas a los demás. Los fariseos se sientan mientras los sirvientes trabajan. Los sirvientes no quieren nada a cambio, ni títulos, ni dinero, ni influencia, sólo predicar el Evangelio sin costo alguno.