Una tumba vacía. Esto suena como el comienzo de una novela de misterio. Sin embargo, sabemos que no es el principio, sino el final y el cumplimiento de una vida que vino "por nosotros y por nuestra salvación". La resurrección de Jesús conquistó el pecado y la muerte y nos abrió las puertas del cielo. Esta es la fiesta de nuestra esperanza. Como cantamos en el salmo responsorial de hoy, "Regocijémonos y alegrémonos".